Hola amiguitos y amiguitas del mundo de internet. Hoy
debería traer una crítica cinematográfica, pero no será así. El tema es que
últimamente no tengo tiempo de sentarme y ver una película de forma tranquila y
analítica. Así que decidí que hoy sería justo hacer una reflexión más, en lugar
de hacer una crítica de una película sin importancia o sin mis ganas
habituales.
Sin más dilación, comenzaré la plantación de semillas en
vuestras mentes. Y, como siempre, podrán germinar para bien o para mal. Nunca
pasarán desapercibidas, eso sí.
Hoy vamos a hablar de la vida desde un punto de vista
inevitable para el ser humano. El de la película, el libro, la obra de teatro.
Me explico. Una persona por defecto suele sentir que es el protagonista de su
vida. Protagonista de su film, de su panfleto mal vendido. Es inevitable, pero
es un error creernos protagonistas de las vidas de los demás.
Para avanzar y no sentirnos mal en esta vida, deberemos
entender que no siempre se puede ser el protagonista, no siempre se puede
atraer la atención de todos y mucho menos se puede absorber el protagonismo en
cualquier situación a costa de simples tretas, de falsos sentimientos, solo
para poder seguir siendo el tema de conversación.
Mola aquello de que hablen de ti. Bien o mal, ya te están
dando protagonismo. ¿Protagonismo positivo? Hombre, el villano de una película
también es muy protagonista. Hasta ahí bien, y mola ser el malo. Entonces ¿Por
qué no somos los villanos del film? Por dos razones. Primero, porque el villano
no es realmente el que gana en la película, no es el verdadero héroe. El
segundo motivo es la justicia poética.
Desglosemos. Todos tenemos tantas ganas de ser los
protagonistas, tantas ganas de que nuestra historia sea La historia, que no
concebimos ser los villanos. Sin embargo, cuando usamos los malos actos para
seguir en la cresta de la ola, para seguir siendo protagonistas, hacemos el mal
y volvemos a ser villanos en un bucle de popularidad negativa, como el
colesterol malo.
¿Y que hay de la justicia poética? Mucho. ¿Quién no la
desea? Todos deseamos que al final de la historia se demuestre que nosotros,
los protagonistas, teníamos razón. ¿Quién no desea regodearse en las mieles del
éxito más dulce? Ese héroe de película acusado de todo, vilipendiado y que al
final deja a los malos al descubierto. Eso es la justicia poética. La suave
justicia poética. El néctar de la razón.
Entonces es lógico que salga la duda. “Si no soy el
protagonista ¿Cómo adquiero la justicia poética?” El protagonismo te elige a
ti. Esa es la clave. Solo serás el protagonista legítimo de la historia si
tienes el don y la capacidad de serlo sin comerlo ni beberlo. En esta vida, si
fuerzas las situaciones, la pifias. Que se lo digan al elefante y a la hormiga
si no hubiera habido saliva de por medio.
El verdadero dueño de la justicia poética es aquel que va de
normal. El que sabe quien es en cada momento. Que es protagonista cuando se
requiere, que es aquel secundario de lujo que ayuda al que sea protagonista en
ese momento. Ese hombre o mujer, al final será el protagonista de su vida y de
la de los demás. Y no tendrá el protagonismo de un villano, si no el de un
amigo. Y será importante y reclamado por el resto. Habrá confianza en él.
Cuando tenemos a un gran secundario, es más un protagonista. Que se lo digan a
Christoph Waltz.
Y la justicia poética llega sola. Y esa justicia es la que
día tras día me da la razón. La que me enseña cuando me equivoco y cuando no.
No suelo equivocarme y si lo hago, aprendo. Pero todo por la justicia poética.
Al final esto me enseña que siempre gano. Hasta cuando pierdo, gano.
Reflexionen, piensen. ¿Qué quieren ser? ¿Protagonistas de su
propia historia? ¿Protagonistas forzados por la villanía? ¿Secundarios de lujo?
¿Protagonistas porque si? Solo uno es el
camino correcto. Ustedes elijan. Cada uno con su vida que haga lo que quiera,
pero la madurez llega en el momento en el que somos conscientes de que nuestros
actos repercuten en los demás. Un saludo.
Aarón Hernández.
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