sábado, 22 de febrero de 2014

Yo.


*Pura ficción.

Yo soy yo.

También el cúmulo de circunstancias y vivencias que he tenido a lo largo de mi existencia. Aún así, al fin y al cabo, yo soy solo yo. Soy en compañía de otros el mismo que en momentos de soledad. En los momentos con la gente, soy yo y los demás. Cuando estoy solo soy solo yo. No necesito comportarme de una forma diferente, ni la presencia de los demás me hace ser más yo de lo que ya soy.

Nadie me ha sido imprescindible para sentirme bien. Solo necesito seguir siendo yo. Mis pensamientos, mis vivencias, mi vida en general. Solo soy eso. Creerme más de lo que soy en la realidad sería un acto de hipocresía. Pues yo solo soy uno más. Nada me distingue en demasía del resto. No soy rico, no llamo la atención, no he triunfado. Solo soy otro. Otro que camina entre la multitud. Y aún siendo otro más, soy yo.

Me veo sentado mirando a la pared. Me veo pensando en la más absoluta nada ¿Tiene algo el mundo reservado para mi? Probablemente no. Como para todos. Yo no soy uno entre un millón. No soy el genio capaz de buscarse la vida por medio de su talento. Tengo talento, por supuesto. Un talento innato que me hace más yo de lo que ya soy. Y no me sirve de nada. Soy consciente, vivo con ello y no me molesta que se palpe en el aire.

A veces pienso ¿Quién sería capaz de ser parte de mi yo? Cientos de enamorados se dicen día tras día que se aman y que lo son todo para el otro ¡Demonios! Solo uno mismo lo es todo. Yo sin mi no sería nada. No existiría. Me necesito a mi ¿De verdad se puede perder la identidad sin otra persona en tu vida? ¿Puede una persona meterse en tu corazón hasta tal punto que sin ella no seas tú?

Difícil de saber. Es la imaginación la que vuela cuando yo y mi yo interior nos hacemos estas preguntas. Una bombilla de dibujos animados se me enciende cuando empiezo a comprender. Yo soy solo yo, porque siempre quise ser solo yo. No tengo tiempo para la dependencia. Creo en la soledad, pero la soledad no quiere creer en mi. Al final, me hace saber que lo que quiero es eso que tanto cuestiono. Al fin lo entiendo.

Supongo que cuando compartes tu vida con otra persona, quiero decir, compartes hasta el último de tus secretos. Hablas de todo y no ocultas nada. Al final se mete dentro de ti. Es parte de tu día a día y se convierte en una persona necesaria. Cuan espectacular tiene que ser esa persona. Y que difícil tiene que ser que se vaya o que falte por unos instantes. Peor aún si son días, meses o que, simplemente, ya no esté.

Claro que dejas de ser tú. Ahora lo entiendo. Benditos pensamientos. Cuando te ves reflejado en un espejo y la otra persona está a tu lado, debe ser difícil volver a mirarte cuando no está. Es parte de ti. Cuando sujetas la puerta de casa tras de ti, para que la otra persona entre, debe ser difícil ver que ya no lo haces. Has perdido esa costumbre. Ya no eres tan yo como antes. O, al menos, no eres tu yo de antes. Igual es una mejora, pero ¿Y si te gustaba tu yo de antes? ¿Y si disfrutabas de la vida siendo un yo anterior?

Maldita sea, es difícil. Difícil es, me imagino, entrar a un cuarto y oler la esencia de esa persona, y en lugar de estar ella, como antes, solo quede la esencia. El recuerdo. Que melancólico todo. Debe ser duro. Lo comprendo. Pierdes una parte importante de tu vida. Una parte que día tras día estuvo allí. Debe ser horrible. Normal. Lógico que ya no seas tan tú. Entonces ¿Yo soy yo? No, parece que no. Yo soy yo y quien venga y se meta en mi corazón. Yo solo soy una parte de mi que ya tengo, tú (seas quien seas) eres mi parte que falta.

Mientras tanto aprenderé a sobrevivir y a ser yo, hasta que me llegue el momento de ser otro yo. Se abre el abanico. La vida tiene sentido y tiene color en todos y cada uno de sus formatos. Y hasta esa melancolía que imagino, tiene su encanto.

Sean felices, como yo.

Aarón Hernández.

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