lunes, 19 de febrero de 2018

Crónicas del que nunca entendió lo que había que entender.


El hombre que aprendió a ser hombre. Macho. Heredero eterno del apellido. Hombre que dejará su apellido como señal de la potencia eterna del hombre. Y esto no me lo enseñaron mis padres. Me lo enseño la vida vivida. Mis padres a día de hoy dejan, sin ningún reproche jugar a mi hermano con muñecas y cocinas. Porque eso es así. Cada uno jugará con lo que quiera. Porque cada uno debe ser quien quiera ser.

Masu Mayer es una heroína. Estuvo en mi blog, contando su historia. Y yo la entrevisté sin decir la verdad. La verdad es que yo también caí en ese juego. Fui un bastardo, un cerdo y un  hombre que fue tan hombre que dejó de ser persona.

Masu no lo sabe. Jamás me atreví a decirle lo que hizo por mi. Yo ya estaba en un camino de reinserción pero su historia y tratar con ella hizo mucho. Me enseñó a librar otra batalla. Una batalla en la que los protagonistas no somos nosotros. Ni de coña. Son ellas. Siempre fueron ellas. Porque quienes nos dan la vida son ellas. Las que nos enamoran son ellas. Y las que son ellas, simplemente ellas, porque el mundo no gira al rededor de nuestra jodida polla,  las que existen y hacen del mundo un lugar mejor, son ellas.

Si solo nosotros hombres, existiésemos, el mundo sería una mierda. Y no le doy a nadie lo que quiere escuchar. Jamás me he dejado coartar por lo que se piensa. Porque yo ya estoy perdido. Estoy fuera de este juego. Porque jamás alcanzaré el ser un escritor de postín.  Jamás seré el Hemingway que quise ser. Pero quizás pueda dejar por un segundo un mensaje.

Vivimos en un mundo que dificulta la visibilidad de las mujeres. Aún no ha ganado nadie. Aún no se trata de criminales a los depredadores sexuales que siguen tratando a una mujer como carne de barbacoa. Aún no se entiende que una mujer no es un coño. Que no es la opción más lógica a hacerse una paja.

Si vas a ser un cerdo y si no vas a respetar te trae más cuenta hacerte una paja y romperte la polla y que no sea un arma contra nadie. Porque a todos nosotros los hombres heteros, como yo, nos gustan las mujeres, pero sinceramente, estoy muy a tomar por culo de ser un santo, pero he aprendido y quiero ser simplemente eso, un hombre respetuoso. No quiero ser un aliado que pide nudes. Quiero que cada una luche por si misma. No quiero ser parte de una lucha que no me corresponde. No quiero ser el hombre que alza la voz por las mujeres. Como si ellas no tuviesen voz.

Esta es una lucha que deben librar ellas y aquí no pintamos nada. Podemos apoyar y podemos ser consecuentes con nuestros actos. Hay una lucha larga y difícil. Siempre habrá maltratadores y siempre habrá mujeres que se esconderán.  Pero por muy difícil que sea, hay que gritar más alto.

Hay que contar la verdad y optar por la sororidad. Mujeres y mujeres apoyándose.

De vosotras es el mundo. Sin vosotras no hay nada que hacer.

No es hacer la pelota, ni ir de aliado. Solo quiero corregir mis comportamientos y lo expreso de la única forma que sé, escribiendo. Hoy tocaba abrirme contra el mundo en el que vivimos y romper una, dos tres y ochocientas lanzas en favor de todo lo bueno y nuevo, que siempre debió ser inamovible.

El futuro es vuestro. Y es asqueroso que un hombre, como yo, tenga que decir eso.

Espero que este articulo pase sin pena ni gloria. Y que hagáis caso a ellas. A las mujeres.

Porque aquí, no pinto una mierda.

No es mi lucha. Pero no hay otra lucha.

La revolución será feminista o no será. 

Aarón Hernández.

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