En la película que debería ganar el Oscar a Mejor película
extranjera, “La Gran Belleza”, el protagonista era el autor de un libro llamado
“El aparato humano”. Hoy, ese título da nombre a este artículo. Empezamos.
Desde siempre en filosofía se ha hablado de la diferencia
del ser humano con respecto al animal. La diferencia es el raciocinio. La
capacidad de decisión y, sobre todo, la innegable posibilidad de que cada uno
sea distinto al otro. Ni siquiera los gemelos idénticos son iguales en mentalidad
o preferencias. Implícita en la capacidad de decisión debería venir la
necesidad de ser distinto a los demás. No hablamos del “Se tu mismo” o el “Se
diferente a la masa”. No. Hablamos de la innegable necesidad que tiene el ser
humano de labrarse una personalidad propia.
En este caso no quiero hablar de excluirse del resto de
seres humanos, de convertirse en un incomprendido. Nada de eso. Sin embargo,
cada persona debería desear ser distinta al resto. Y así es. Cada persona tiene
su propia seña de identidad, algo que los hace distintos aunque pertenezcan a
la misma tribu urbana, al mismo club de Parchís Cubierto o a la misma familia.
Lamentablemente el ser humano se está alejando de eso. Está
yendo hacia atrás en la evolución. Cada vez hay más personas que están
perdiendo su capacidad de razonar, su única virtud verdadera, que es el poder
ser uno mismo. El ser humano está perdiendo el “ser”. Se está convirtiendo en
un aparato. El aparato humano. Una maquina autómata que va de un lado a otro
porque así lo dice el consumismo, su ídolo juvenil o su tribu urbana.
Cada vez se da menos el caso de alguien que pertenece a un
grupo de gente y que, además es capaz de pensar por si mismo. Cada vez se ven
menos fans de cantantes, actores, escritores, directores o incluso Youtubers,
que sean capaces de amar sus grandes obras y, a su vez, criticar aquellas que
no estuvieron a la altura.
Supongo que es fácil y cómodo dejarse llevar. Y no pensar.
El fenómeno fan está actuando así. Las fans de Justin Bieber se han hecho
odiar, por ejemplo, por su ceguera. Por involucrarse de forma autómata con un
ídolo de barro. Tanto es así, que no son pocos los casos de intentos de
suicidio o, más bien, intentos de llamar la atención. Las Beliebers viven por y
para una persona que jamás conocerán. Viven como maquinas enchufadas a él y que
no quieren vivir sin él. Pero para vivir hay que conocer la vida. Tienen 14
años.
El aparato humano no tiene ese pensamiento crítico tan
importante del que yo hablé hace ya algún tiempo. Y según la involución que
está sufriendo, pronto no distinguirá entre el caviar y el barro. Ni lo bueno
de lo malo. Todo justificado por una horrible obsesión por el no pensar y no
actuar como ser humano individual. Las distopía futura no están tan lejos a
este paso. Aunque no vengo a decir nada nuevo, la esperanza en el ser humano, o
más bien, el aparato humano, está más que perdida.
Nuestro objeto de estudio, el aparato humano, no es
original. Copia las actitudes de los demás. Calca sus pensamientos y usurpa los
sentimientos del prójimo, haciéndolos suyos en una espiral de falta de
creatividad inmensa. El aparato humano quiere decir lo que los demás dicen.
Quiere tener el éxito que tiene los demás (Sea merecido o no). Quiere sentir lo
que sienten los demás, aunque con ellos no vaya la cosa. El egocentrismo
clásico del aparato humano. La necesidad de atención más allá de la
conservación de una idea clara, de una personalidad propia. La renuncia a una
visión única y, por tanto, especial.
Aquí nadie es quien para sermonear. Que cada uno evolucione
o involucione a su antojo. Pero tampoco es necesario que los demás soportemos
la estupidez del aparato humano. A los demás (Que somos muchos) nos queda
rodearnos de aquellos que permanecen en el estado de seres humanos. Que tienen
un pensamiento crítico, que son diferentes, que aportan algo nuevo. Aquellos
que son originales y no te dicen solo lo que quieres oír.
En mi “carrera” como escritor, me han aportado más aquellas
personas que me han alabado cuando lo hice bien y me criticaron cuando fallé,
que las que me alabaron hasta la más mala de las historias escritas. En mi
trabajo es importante el apoyo y también la crítica. La de ustedes. Que me
miran siempre con buenos ojos pero que son seres humanos con pensamiento propio.
Y esto ha sido todo por hoy. No involucionen a aparato
humano. Un saludo. Sean felices, como yo.
Aarón Hernández.
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