lunes, 1 de abril de 2013
Predicando la palabra de AHT.
*Las historias que se narran son totalmente ficticias. Aunque en la ficción, está la más cruda realidad.
Bienvenidos a 7Artes, tras una Semana Santa en la que hemos rezado mucho y nos hemos comportado como buenos cristianos. Regresamos con el ánimo propio de la depresión post vacacional, pero aún así nos vamos a poner manos a la obra, como buenos profesionales.
Hemos asistido en la última semana a la cabalgata nacional de la hipocresía y el desconocimiento. A la semana de los llantos por la lluvia y el interés en imágenes, mientras cada vez más gente pide en las calles, los cajeros y los niños pijos siguen repeinados y aplaudiendo a su Virgen. La vida es así.
Hoy no traigo un tema en el que reflexionar. Traigo un popurrí de ideas que han surgido a raíz de una semana intensa y mágica en algunos aspectos. Más allá de la Santísima Semana Santa y el olor a incienso en las calles de Granada, esta semana hemos aprendido mucho.
Hemos aprendido que las segundas oportunidades y la posibilidad de convivir en paz existe. También hemos aprendido una vez más que las apariencias engañan y que pase el tiempo que pase, siempre acabaremos cayendo como tontos en las trampas de la vida.
¿Y qué hacemos? ¿Nos cortamos las venas? No. No por gente que igual no merece la pena. Pero la historia es la de siempre, la eterna lucha entre el mal del corazón y el bien de la mente. Por muchas cosas malas que le hagan a un alma enamorada, siempre buscará una respuesta que no sea dolorosa y aunque nunca encontremos dicha respuesta, seguiremos optimistas esperando ese encuentro.
Ya os digo yo que no llega. Solo hay más dolor, pero eso es algo que debéis aprender vosotros mismos. Algo que nos toca vivir a todos. Le faltan agujeros al corazón para ser sodomizado, una y otra vez. Y cometeremos muchas más veces errores de mayor calado. Y con cada colleja, un mensaje. El mensaje de aprender. Aprender una y otra vez.
Y esperar a que los planetas se alineen o a que hagan un Harlem Shake en el Vaticano. Alguna señal que nos diga que hemos dejado de equivocarnos y que ya somos sabios, ya sabemos todo lo que debemos saber. Y así, el camino acaba, al menos de momento, ya que no se deja de aprender hasta el último día de nuestra vida. El fin de la vida, dicta el fin del aprendizaje, el fin de caer en error.
Y aquel que obró mal, solo es cuestión de tiempo que la soledad lo inunde y de ahí al arrepentimiento, hay un paso muy corto. Y repasará una y otra vez los pasos que dio, donde se equivocó y verá que hay cosas que no tienen ningún arreglo. Cosas que han llegado a su fin de forma oscura y que nunca más, al menos en principio, se iluminarán.
En cuanto a mi, estoy vivo, que no es poco. A partir de ahí, cualquier cosa puede pasar. Siempre he intentado hacer las cosas de la mejor manera. De la manera más discreta y sin usar ninguna táctica ruin. Siempre he tenido un buen consejo, siempre alerta y con paso firme. Guardándole las espaldas a muchos. Y me gusta, porque al fin y al cabo, ese es mi trabajo y no espero nada a cambio. En la constancia está el éxito. Que se reconozca o no, ya es cosa de mi humilde público.
La función termina por hoy. Un saludo. Mañana tendréis aquí a Paco Titos. Esto es 7Artes, rechace imitaciones.
Aarón Hernández.
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