lunes, 25 de mayo de 2015

El señor más allá del señorío.


El Madrid es un club señor. El famoso señorío. Señorío que decían se perdió en la era Mourinho con sus rajadas y sus tanganas. No estoy del todo de acuerdo. Quizás el señorío es más que las buenas caras y la falsa humildad. Señorío es defender tu club más allá. Siempre más allá. Cruzando la línea de lo políticamente correcto. Maldita corrección política.

En el Madrid no puedes no ganar. Mou no ganó tanto como se esperaba de él y Florentino lo echó. Ancelotti se quedó este año en blanco. No tuvo mano dura. No rotó. Muchos fallos. Y el año de contrato que le quedaba se esfumó. Se rompió en mil pedazos. Y Carlo Ancelotti se fue. Lo echaron.

Más allá del año en blanco y de sus errores, quiero cantar sus virtudes. Quiero recordarle al mundo del fútbol, que tan pronto olvida, lo que significó Carlo Ancelotti para el Real Madrid. Y significó mucho. Lo significó durante nuestros gritos contra él en la eliminación ante la Juve. Y lo significará siempre. Ya forma parte de la historia del Real Madrid.

Durante años perseguimos el sueño de ganar la ansiada Décima. De saborear las mieles de una gran victoria europea. En la Champions League. Lo que más nos gusta. Ancelotti nos la dio. Más a allá del típico "Si Ramos no hubiese marcado, Ancelotti se habría ido a la calle". Eso se llama fútbol ficción y si mi abuela tuviera ruedas sería una moto de gran cilindrada. Pero ningún gol de suerte eliminó al Bayern en semifinales. Lo eliminó el buen juego. Un juego espectacular. Y todos vibramos aquel día. Todos amamos a Carlo y a sus hombres.

Ancelotti se ha llevado el cariño de un vestuario que estaba harto de perder. Pero, sobre todo, se ha llevado el cariño de una afición que vio como aquel día 24 de Mayo de 2014 vieron como todo el sufrimiento y toda la miseria soportada durante años de sequía desaparecía. El "alcorconazo", el Olympique de Lyon, la expulsión de Pepe contra el Barça. Muchas risas culés. Muchos silencios blancos. Muchos años en blanco. Muchos años en los que defender ese blanco tan pulcro costaba y mucho.

Ese día llegó el llanto. La risa. La unión. Porque todos fuimos uno. Y todos coreamos el nombre de Carlo. Y Carlo cantó el himno de la Décima. Y todo eran fiestas. Los niños vestían con orgullo la camiseta de su equipo y ninguno de los otros se atrevía siquiera a mirarlos a los ojos. A esos ojos vidriosos que años atrás si miraban para hurgar en la herida aún caliente. Aún abierta. Esos días ya no están y el cruel verdugo que es el fútbol ha decapitado a Ancelotti.

Pero es nuestro deber. Nuestra necesidad. Mantener el recuerdo del hombre que nos dio una razón por la que sonreír. Que en tiempos como estos es difícil. Carlo Ancelotti fue un señor. Un auténtico caballero. Allá donde vaya lo apoyaré. Me alegraré por él y nunca me cansaré de alabarle. Porque algún día, gracias a Carlo, podré decirle a mis hijos y a mis nietos que vi como el Madrid ganaba la Décima. Que vi como mi equipo, mi corazón, el escudo que corre por mis venas, se alzaba de entre las cenizas y levantaba al cielo nuestra ilusión en forma de "Orejona".

Carlo Ancelotti siempre tendrá un hueco en mi corazón.  Y ojalá que en el de todos los Madridistas. Nos hizo sentirnos grandes otra vez. Nos devolvió al lugar del que nunca debimos bajar. De lo más alto. Toca seguir. Toca apoyar a quien venga. Porque en el Real Madrid hay que ganar. Hay que ser grandes y no solo parecerlo.

También hay que ser caballeros, no solo parecerlo. Y él, fue un señor. El señor más allá del señorío.

Aarón Hernández.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.