jueves, 30 de julio de 2015

El Hombre y el Amor (Y su distorsionada visión de la Mujer)


El hombre. Ese gran conocido. Todo el mundo reconoce la simpleza del género masculino. Hoy me salgo de mi cuerpo. Escapo de mi propio sexo y analizo, o más bien, enumero lo que es un hombre. Lo que se esconde tras la simplicidad típica y tópica del macho del ser humano.

Un hombre es capaz de amar aquello que no comprende. Quizás es la simplicidad de la que se habla la que hace que el hombre sea capaz de amar desenfrenadamente sin llegar nunca a entender del todo lo que es el amor. Sin acabar de comprender a una mujer en toda su complejidad. El hombre ama y lo hace de verdad.

Hablamos de amor, no de otras cosas. El hombre piensa con otros miembros en muchas ocasiones pero es incapaz de sentir con ellos. Pensar, si. Sentir, no. Porque cuando un hombre sabe que está enamorado de verdad todo lo deja atrás. Y ni siquiera lo entiende.

Un hombre enamorado acaba viendo a una amiga, a una compañera, cuando en otras ocasiones juró y perjuró que los hombres y las mujeres no podían ser amigos. Quizás es cierto. No pueden ser solo amigos. Porque el hombre siempre quiere ir más allá y busca una y otra vez una presa. Pobre ingenuo.

El hombre es un depredador de pega en un mundo de inteligentes gacelas. Por más que el macho intente el apareamiento, siempre será la hembra la que de el si o el no. Siempre. El hombre se cree capaz de conquistar a una mujer y de cazarla cuando, ni son ganado, ni tú las conquistas a ellas. Ellas tienen el poder de decisión. Ellas te conquistan primero a ti y te dan el estímulo para que arranques y creas que tu llevas la voz cantante.

El estímulo es su belleza, su forma de ser, su inteligencia. Porque lo son. Son más inteligentes que los hombres. Pueden pensar más fríamente. Sin embargo, eso no las hace calculadoras o malvadas. Os equivocáis y os seguiréis equivocando. Ellas aman desenfrenadamente como el hombre. Son capaces de mantener una fidelidad irrompible. El hombre es más complicado. Capaz de amar y a su vez, de temer al amor. El miedo a abrirse y a volcarse. El pánico. La cobardía. Y el tropezar una y otra vez. Porque cuando un hombre dice que no volverá a caer, vuelve a caer y con más estrépito. Y le cuesta más levantarse y rehacerse.

El hombre desea con fuerza lo que no tiene. Y cuando lo tiene, se cansa de ello. Se cansa porque en su interior tiene una vileza que no lo deja ver lo que tiene frente a él. Aquella maldición del detective de la que hablaba Marty Hart en "True Detective". La respuesta siempre está delante de tus narices. El hombre mira a su alrededor. Anhela otras cosas que no tiene y no se da cuenta de que lo que de verdad le hace feliz está justo delante de él.

Se aburre de lo que le rodea sentimentalmente y materialmente. Otro coche, otra casa, otro empleo. El hombre se aburre hasta la médula. Algunos son afortunados y escapan a la maldición del detective. Y ven que lo que tienen es lo que querían con tantas ganas. Y son felices. Y viven bien. La frustración y el hastío desaparecen. Solo hay lugar para amar lo que tienes. Y eso el hombre lo hace muy bien. Porque el hombre ama bien. Ama genial. Si sabe como, el varón encuentra la forma de currarse día a día el amor por sus semejantes. No hablo de flores ni cenas. No hablo del tópico "A una mujer hay que enamorarla todos los días". Hablo de gestos minúsculos pero reales. Inmensos si saben interpretarse.

El hombre encontrará mujeres malas. Y la mujer encontrará hombres malos. Pero si ven el gesto minúsculo y lo hacen inmenso en sus vidas, todo irá viento en popa. Muchas veces esto no ocurre. El hombre es vago. Es desidioso. Y la mujer es libre. Y necesita ser amada. Con ello no justifico la infidelidad femenina. Pero quizás, como decía Kase O: "una mujer infiel yo se que huye de una cárcel". No siempre. Nunca generalizaremos en este blog.

El hombre y el amor hacia la mujer. La mujer como solución a los más oscuros miedos del ser humano. El miedo a morir solo se duerme en el pensamiento del hombre cuando sabe que una mujer, la de verdad, estará con él hasta el final de sus días. Necesitamos a la mujer. Y ya diciendo esto vuelvo a mi sexo. Me incluyo. La necesitamos casi tanto como el aire que respiramos. No es cursi. Es cierto.

Y hasta aquí he llegado hoy. Algún listo vendrá a preguntar porque he excluido el amor homosexual en este artículo. Bien. Como digo muchas veces, solo puedo hablar de lo que conozco y lo que he vivido. No hay nada más detrás de ello. Escribo de lo que sé. Y sé lo que escribo.

Aarón Hernández.

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