lunes, 1 de febrero de 2016

A los músicos.


A ustedes, los músicos. A todos los que se dedican o han dedicado profesionalmente a la música. O a todos los que alguna vez han cogido un instrumento y han intentado aprender y meterse en esto. A todos los que tocan de maravilla, ya sea en la intimidad de su casa o en las calles, y no han triunfado. A ustedes, gracias.

Y hablo en nombre de todos. La música es una parte muy importante de nuestra existencia. Da igual el tipo de persona que seas. A todos nos gusta la música independientemente de como seamos a nivel intelectual o sentimental. Hasta Charles Manson hizo sus pinitos en la música. Aunque ahora que lo pienso, él es un nefasto ejemplo.

O quizás no tanto. Quizás demuestra que todos somos capaces de amar la música y de valorar el increíble arte que hay en ella. La música nos acompaña casi a diario. Hemos crecido con ella y hemos vivido toda clase de sentimientos. Hay una canción para cada época de nuestra vida. Hay un estilo musical que amamos. Hay canciones que hemos escuchado para cada momento. Nos hemos deleitado en nuestra alegría con algunos temas y hemos hurgado en nuestra tristeza con algunas piezas tristes o melancólicas.

La música es un arte perfeccionista. Más allá de las distintas formas de ver la música innatas de cada genio de este ámbito, un músico busca la perfección por encima de todo y es esa búsqueda eterna la que deja por el camino canciones maravillosas. Puras piezas de arte que se pueden reproducir una y otra vez.

Ya sea un cantautor que crea belleza con las palabras y además soporta el difícil reto de cantar y tocar un instrumento a la vez (Que os parecerá fácil, pero no lo es. Para nada.) o un virtuoso del piano que toca con maestría y se atreve a componer.

Es quizás aquí a donde quiero llegar. La gente que toca un instrumento, o varios, lo cual es aún más complicado, son unos perfeccionistas y eso les hace virtuosos. Eso les convierte en artistas. Y es que la música es probablemente el arte que más presente está en nuestra vida desde nuestro nacimiento. Y nada de eso sería posible sin cantantes, músicos y compositores. Y hay que ser agradecidos.

Quiero mencionar aquí especialmente a todos los músicos que siguen en proceso de aprendizaje, aunque como en todo arte el aprendizaje no acaba nunca. Esos músicos que están luchando por vivir de lo que les gusta. Hombres y mujeres con talento que ven como su momento no les llega aún mientras mediocres con suerte se llenan los bolsillos a costa de atentar contra este noble y bello arte.

Todos sabemos de quienes hablo. No necesariamente por pertenecer a un estilo que no es la música clásica, el buen R&B, el buen Rock o el Jazz, entre otros, eres un mediocre. Ahí tenemos a Daft Punk que en la música electrónica han creado piezas bellísimas. Porque ser un artista en el mundo de la música no depende del estilo musical que toques. Depende de tener un conocimiento pleno de la música. Ser un estudioso de ella, ya sea en conservatorio o de forma autodidacta.

Pero sobre todo, depende, como en todas las artes, de amar la música antes que el dinero o la fama. Y ese amor es el que sigo viendo, el que nos da aún esperanza. Una vez una persona muy inteligente me dijo que lo que le impresionaba de los artistas era que fuesen capaces de mostrar al mundo sus sentimientos en forma de sus obras. Y esa es la clave. Los músicos de verdad tocan con pasión y sacrifican en muchas ocasiones su vida por regalarnos un trozo de su corazón. Es por ello que debemos ser agradecidos.

Me hubiese gustado ser músico pero no lo soy. No tengo madera de músico. Sin embargo, amo el arte y de entre muchos artes que amo, adoro la música. Por eso os digo gracias a los que si estáis ahí, dándolo todo por vuestro sueño. Pues vuestro sueño es también nuestro deleite. Vuestro sacrificio es nuestra compañía día y noche. Y vuestro amor por la música es nuestro mayor regalo.

A ustedes, músicos, gracias.

Aarón Hernández.

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