martes, 15 de marzo de 2016

"Drive", el ascensor y la vida misma.


Si habéis tenido la mágica oportunidad de ver alguna vez en vuestra vida el film "Drive" sabréis de que hablo. "Drive" es una de esas películas que están en una lista personal que yo llamo la lista de la esencia. Ya hablé sobre la esencia hace tiempo pero aún me cuesta expresar que debe tener una película para que a mi, de forma totalmente subjetiva, me parezca un film con esencia.

Posiblemente puede ser una mezcla entre una historia agridulce, largos silencios, interpretaciones magistrales y contenidas, música que venga como anillo al dedo y una escena que sea especialmente memorable.

En este caso, en mi lista de películas con esencia se encuentran varias que cumplen estos requisitos. "Her" con su escena final en la que Joaquin Phoenix entra en el Olimpo de la interpretación. "Lost In Translation" que está llena de momentos mágicos, aunque me quedo con Bill Murray y Scarlett Johansson fumando en la puerta del piso en el que están cantando con el karaoke. "In the mood for love" con sus escenas a cámara lenta al ritmo de "Yumeji`s Theme".

En "Drive", tenemos la escena del ascensor. Famosa escena del ascensor ¿Por qué es tan icónica? ¿Por qué es tan intensa?  Porque se ha ido fraguando durante toda la película. El amor entre los protagonistas es, como en "Lost In Translation" o "In the mood for love", un amor silente. Que ni ha empezado a nacer cuando ya está agonizando por las circunstancias.

El ascensor es el escenario de muchos encuentros entre Driver e Irene. El primer encuentro se da allí y posteriormente ese ascensor y los pasillos del edificio serán el único lugar en el que estén solos ellos dos y no exista nada más que ese silencio cargado de sentimiento.

Y en la famosa escena del ascensor interviene toda esa carga frustrada durante toda la película que finalmente explota en la cara del espectador con una sutileza que da paso a lo grotesco. El ascensor es el último lugar en el que ambos se ven. Eso si, en compañía de otro. Un matón.

En ese mágico momento, Driver aparta a Irene y la besa a cámara lenta mientras suena "I Drive" magistralmente compuesta por Cliff Martínez. Tras ello, la explosión de violencia. La conversión del personaje en su totalidad. El escorpión que late en la chaqueta de nuestro protagonista. Lo bueno y lo malo. La luz y la oscuridad en el juego de iluminación del ascensor. La belleza del amor y la fealdad de la vida. Lo cálido y lo frío de la violencia.

El ascensor es casi un "hola" y un "adiós". Un flechazo y una última despedida. Por eso es tan épica y sutilmente mágica esta escena. Tanto es así que he tenido que darle un hueco en mi blog solo a esa escena. Y aún así, no se explicar con palabras lo que significa para mi.

Aarón Hernández.

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