"El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús." - Lucas.
Volver a la vida es imposible. Completamente. Por mucho que lo deseemos. Por mucho que otros lo deseen. Llorar, clamar al cielo o rezar no sirve para devolver la vida a quien ya no está. Eso debe quedar claro. No hay vuelta atrás en lo que a la muerte se refiere. El fin. El mismo desenlace para todos.
¿De qué venimos a hablar pues?
Venimos a hablar de volver de entre los muertos. No aquellos enterrados, incinerados o donados a la ciencia. Volver de entre los muertos en vida. Aquellos que enterraron su personalidad, incineraron sus sueños y donaron su amor al mejor postor que suele diseccionar el corazón como si de un científico se tratase.
Venimos a hablar de las depresiones, los desengaños, las enfermedades que nos apartan del camino que con tanto esfuerzo emprendimos. El camino de ser únicos. De construir una personalidad segura y convertirnos en lo más importante que puede ser una persona: un coleccionista de momentos.
Un ser humano que vive día a día y se empapa de todos y cada uno de los momentos que vive. Que no pierde el tiempo haciendo cosas que no quiere hacer. Que va más allá del trillado Carpe diem. Porque no vive el momento, ni aprovecha el momento. Es el momento. Se empapa del momento, lo hace suyo y lo atesora. Como el Jep Gambardella de "La Grande Bellezza".
Va recopilando momentos y disfrutando de la vida sabiendo que un día la fiesta se acabará. Esa es la clave. La fiesta se acaba cuando te mueres. No antes. Si la fiesta se acaba antes de tu muerte, estás muerto en vida. Y no es muy difícil caer en ello.
Un mal momento, el abandono, la melancolía, el desamor, la traición. Nos empujan a un oscuro agujero lleno de apatía que nos va comiendo la personalidad. Nos arranca la identidad. Y estamos perdidos. Nos recluimos en nosotros mismos y con el paso de los días nos olvidamos de quienes eramos. De lo que podíamos hacer. De lo que hemos vivido. Y no hay vuelta atrás.
No hay vuelta atrás en lo que a la muerte se refiere, dije antes. Dejas de respirar, joder, claro que no hay vuelta atrás. Pero ¿Has dejado de respirar cuando estás muerto en vida? Quizás te cueste respirar. Pero no has dejado de hacerlo. Si hay vuelta atrás. Puedes volver.
Date tiempo. Recupérate poco a poco. Ve sacando la cabeza y vuelve a coger el ritmo. Persigue el recuerdo de tu identidad. Viaja a otros países o viaja sin moverte de tu casa, lee. Búscate. Y un día te darás cuenta de que vuelves a reconocerte. Y que estás encantado de conocerte como la primera ves. Y entonces verás todo más claro. Y entenderás que es imposible escapar a la muerte, que es imposible resucitar. Sin embargo, es muy fácil volver de entre los muertos.
Aarón Hernández.
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