miércoles, 18 de julio de 2018

Los Laberintos del Festín.


Tuve la maravillosa oportunidad hace un mes de ver una maravillosa obra de teatro. La oportunidad surgió en la que siempre será mi segunda casa, allí donde den alcohol. Probablemente llevaba sin ir al teatro siglos y pensé en el momento en el que me llegó esta oportunidad en el porqué de mi ausencia en teatros. Así que fui.

Y lo que me encontré fue algo brillante. Los laberintos del festín es una obra ácida que toca temas delicados y controvertidos con un humor incisivo que no te deja indiferente ni por un instante. Un guión brillante y una ejecución a la altura de las mejores que he visto.

Cada momento y cada personaje funcionan como un engranaje bien engrasado. La complicidad entre los actores y su conexión es uno de los grandes pros que tiene esta obra. Javier Rojas lleva la batuta y clava a su personaje de forma brillante. No puedes no amar a ese personaje que convence al nuevo en la funeraria para matar al jefe. Esa es la premisa.

Toda una red de corrupción y personajes viles son la continuación. Una serie de idas y venidas, de giros que sorprenden al espectador sin caer en lo burdo. Constantes referencias a la cultura popular salpican la obra y le dan aun más lustre. Referencias que no se meten en el fangoso terreno del plagio porque están puestas ahí para que te des cuenta de que están ahí.


La puesta en escena es brillante. Las transiciones están muy bien ejecutadas y no frenan en ningún momento el ritmo de la obra. Y esa es otra, el ritmo, en ningún momento cae en el tedio. No hay rellenos, no hay momentos en los que mires el reloj. Es algo frenético. Desde el primer momento pasan cosas y recibes información que converge en un final apoteósico.

Vuelvo a los actores. Javier Rojas, Agustín Rubio, Rosi Alaminos, Andrés Parra, Roberto Álvarez y Belén Baz. Magníficos. Siempre he dicho que lo que busco en un actor es que sea natural y que no caiga en la sobreactuación. Y aquí, pese a lo rocambolesco de la trama, consiguen ser naturales dentro del micro universo en el que se emplaza la obra. Todos hacen una labor excelente. Absolutamente todos transmiten lo que el guión quiere que transmitan. Especial mención hago a Belén Baz que me pareció una todo terreno y una autentica prodigio de la interpretación.

Como resumen, voy a filosofar un poco. Disfruté muchísimo de la obra y aún permanece en mi memoria, que es lo importante. No pude ponerle una pega y eso que yo soy muy de quejarme. Salí feliz. Feliz de ver a gente con tanto talento. Vi esfuerzo, dedicación trabajo y, de nuevo digo, talento.

Es una alegría ver gente que sigue valorando y dedicando su tiempo al arte. Al teatro, que tan devaluado está en los últimos tiempos. El mundo siempre será mejor si tenemos artistas con tanto talento y que ponen tanta pasión y esencia en su trabajo.

Si nos brindan al mundo la oportunidad de volver a ver esta obra, os recomiendo que vayáis a verla. No es lo típico. Es buena. Muy buena. No pierdan de vista a esta gente. Yo, sin lugar a dudas, no lo haré.

Aarón Hernández.

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